Mitos sobre la salud y el índice de masa corporal
Aunque el índice de masa corporal (IMC) es una de las maneras más comunes de medir la salud física, no es la forma más precisa de determinar el bienestar general de las personas. Contrariamente a lo que se cree, la función del IMC es únicamente indicar los rangos generales de peso saludable midiendo el peso conforme a la altura, pero no indica si esta masa consiste principalmente de músculo o grasa. Usar exclusivamente este tipo de medición podría tener repercusiones en la manera en la se registra la salud corporal, además de perpetuar la discriminación física que viven algunas personas.
Tomando esto en cuenta, la gente puede sobreestimar los riesgos de una persona con BMI alto incluso si cuenta con un gran porcentaje de músculo y subestimar los posibles problemas de salud de una persona con un IMC promedio, pero con alto nivel de grasa corporal, como sucede con la gente que lleva un estilo de vida sedentario. Esto es especialmente relevante porque el músculo es bastante más denso que la grasa, por lo que pesa mucho más y al tomar el IMC como único referente, podría indicar resultados poco certeros.
Estudios de la Clínica Mayo, los cuales involucraron a 250 mil personas con problemas cardiacos determinaron que, aunque la población con obesidad padecía el mayor riesgo de muerte, aquellos con sobrepeso tenían menos dificultades cardiacas que las personas con un IMC promedio y aparentemente saludable.
Incluso tomado en cuenta las limitantes del IMC, sigue siendo la forma más popular de checar la salud corporal de una persona y es utilizada en clínicas, investigaciones académicas, por cirujanos, etc. Esta forma de calcular el bienestar físico de la gente reproduce estereotipos de belleza basados únicamente en la creencia de que estar delgada es más saludable.
Inicialmente, el IMC fue creado en 1832 por Adolphe Quetelet, un matemático belga que buscaba calcular el peso perfecto del hombre promedio. Sus resultados fueron popularizados hasta llegar a ser utilizados como una norma médica universal sin importar su arbitrariedad, incluso cuando su objetivo nunca fue medir la salud de las personas.
Para erradicar este tipo de medición se puede optar por otras alternativas para registrar la salud física sin la necesidad de usar el IMC. Métodos como el índice de adiposidad corporal para registrar el porcentaje de grasa; la medición de la circunferencia de la cintura que mide la distribución del peso a través del cuerpo; la proporción entre cintura y cadera que registra el exceso de peso que se carga e indica susceptibilidad a múltiples problemas de salud, todas son grandes formas de checar el bienestar corporal.
Muchos expertos hoy en día cuestionan y critican su uso como norma médica universal. En los últimos años se ha buscado proponer nuevas formas de implementar diversos métodos de medición que sí se enfoquen en determinar la salud general de la población sin discriminación ni prejuicios. Es cuestión de que las instituciones médicas empiecen a tomarlas en cuenta para el futuro próximo.